miércoles, 15 de febrero de 2017

Simplemente Berlin

Un paseo arquitectónico para disfrutar de los placeres sencillos y deliciosos que ofrece la capital alemana.




En tiempos de Brexits y aguas revueltas, atravesar en coche los ríos de la vieja Europa hasta llegar al corazón del continente supone un acto de romanticismo, mientras los casi 2.500 kilómetros que separan Madrid de Berlin van quedando atrás. Cuatro etapas para llegar a la capital alemana y el privilegio, al llegar, de hacerlo sin que nadie pregunte quién eres, de dónde vienes o hacia dónde vas.
 Fragmentos de paisajes y ciudades reflejadas en el espejo retrovisor.
Que Europa no ha muerto lo percibes nada más llegar. El peso de la historia a la vuelta de cada esquina, cicatrices. La curiosa sensación de cruzar continuamente un muro virtual, ahora este, ahora oeste, añade una atmósfera épica a los recorridos urbanos. Berlín es joven y multicultural. Un País de Nunca Jamás, una burbuja dentro de una Unión Europea agotada y previsible. Libertad y modernidad natural, espontaneidad, en un lugar que sobrevive sin grandes sedes bancarias ni un destacado tejido industrial. Una media de edad de treinta años y gente que se reinventa cada día, con la sensación de que el futuro es hoy. Ojalá dure, aunque la sensación es que las modas y la especulación obligarán a encontrar un nuevo Berlín. 

David Bowie percibió este clima y se instaló en Berlín (Hauptstrasse 155) admirado por la explosión cultural que vivía la ciudad y alejándose de sus fantasmas. Fiel admirador de la Bauhaus, cantó junto al muro, en el Oeste, para que le escuchasen desde el otro lado, un muro que cayó por fin en 1989. En 2013 escribió la maravillosa Where are we now?, como homenaje al lugar que le acogió. Su letra acompaña los paseos en bicicleta, una banda sonora en el subconsciente.
Subir a la Torre de comunicaciones en la Alexanderplatz, arquitectura de la Alemania del Este y símbolo d ela ciudad. Caminar por Karl-MarxAlle y sentirse muy pequeño, como pretendíanlas arquitecturas totalitarias. Visitar la exposixion temporal de Gropius.




Ir al Teatro en el RadialSystem V, junto a East Side Gallery, una antigua central, ejemplo de recuperación del patrimonio industrial. Salir a correr por los canales de la parte norte de Kreuzberg. Cenar en el Biergarten de la antigua Clarchen Ballhauses, en Mitte, aún en funcionamiento como salón de baile. Ir al pequeño cine Rollberg en Neukölln donde estrenan películas en versión original. Pasear por el Tiergarten (escuchando la canción de Rufus Wainwright) y ver el ángel dorado en Unter den Linden, bajo los tilos. Acercarse al archivo de la Bauhaus y a la embajada de los países nórdicos.


Una pequeña parada para reponer fuerzas en los múltiples puestos de comida callejera. Los mejores köftes están en Izmir Köftecisi y los famosos currywurst berlineses en el Curry 36. Disfrutar de una noche de fiesta que puede empezar en alguno de los pequeños clubs de Kreuzberg (como Roses) y terminar en una de las míticas mecas de la electrónica mundial, Berghain.
Esa cúpula ingrávida del Reistag ,que en su recorrido interior te envuelve, y pareciera abducirte a su interior.

Tempelhof, antiguo aeropuerto aliado hoy reconvertido en un inmenso parque para la ciudad, invita a tumbarse en el césped. Obra del arquitecto Ernest Sagebiel, la terminal de pasajeros es un alarde propio de arquitecturas totalitaristas, una escala de otros tiempos. Hoy muestra las miserias de occidente, sirviendo como improvisado campo para refugiados de la guerra en Siria.

Eso y mucho más es Berlin, mi Berlin.